Manifestación Antitaurina en Zaragoza: Chesús Yuste, portavoz de APDDA, da lectura a un manifiesto

[Crónica]  05/10/2014

Chesús Yuste - Y van ya 12 años. Una vez más Zaragoza se ha movilizado contra la tauromaquia. Y cada vez somos más. Representamos a la mayoría social y podemos decirlo sin complejos: «El siglo XXI será el del reconocimiento de los derechos de los animales». Así lo he proclamado cuando desde las escaleras de la Diputación Provincial he tenido el honor de dar lectura al manifiesto como colofón a la manifestación. Quiero dar las gracias públicamente a las compañeras y compañeros de Amnistía Animal por concederme el privilegio de escribir y leer el manifiesto y por haber reconocido, mediante la entrega de una placa, el trabajo que he desarrollado en el Congreso como coordinador de la Asociación Parlamentaria en Defensa de los Animales (APDDA). Ha sido muy emotivo.

MANIFIESTO DE ZARAGOZA ANTITAURINA 2014:

"Hace un par de siglos un rey podría haber dicho: «No negaré a mis súbditos el gusto de disfrutar de una buena ejecución en la plaza mayor,
sea en la horca, el garrote o la hoguera». Ahora ya no podría decir lo mismo. En estos tiempos un líder político todavía puede decir: «No negaré a mis ciudadanos el gusto de disfrutar viendo torturar y matar a un animal herbívoro en una plaza de toros». No me cabe la menor duda que en unas pocas décadas nadie se atreverá a decir algo así.


El siglo XIX fue el del final de la esclavitud de las personas. Es cierto que aún queda mucho para universalizarla, en eso estamos. El siglo XX fue el de la igualdad de la mujer. Aún queda mucho por hacer en pos de ese objetivo, pero ahí seguimos. Tengo la absoluta convicción de que el siglo XXI será el del reconocimiento de los derechos de los animales. Y nuestra contribución fundamental será poner fin a las corridas de toros y a otros espectáculos públicos basados en el maltrato y muerte de animales. Nuestra contribución pasa por erradicar esa subcultura de violencia contra los animales que recorre toda la geografía del Estado español. Lo que la Ilustración no pudo culminar nos corresponde a nosotros y nosotras hacerlo. Si nos escandaliza que, en un Parlamento democrático del siglo XXI, una diputada de la mayoría pueda alegrarse de que la tauromaquia sobreviviera –y cito sus palabras– «cuando la Ilustración asolaba España» (¡qué barbaridad!, ¡pero qué cosas hay que oír!), tenemos que comprometernos para acabar el trabajo que los ilustrados no pudieron completar y que nos aleja, entre otras cuestiones, del respeto por los animales que existe en el conjunto de Europa.


Formamos parte de la mayoría social que rechaza el maltrato animal, a la que no le gustan las corridas de toros, que se niega a distraer dinero público para salvar ese negocio ruinoso que es la tauromaquia, que se opone a que ese espectáculo cruel pueda llegar a los ojos de nuestros niños y niñas y adolescentes. Lo dicen todas las encuestas. Sintámonos orgullosos de esa mayoría social de la que formaban parte aragoneses tan ilustres como Francisco de Goya que reflejó en su obra la brutalización colectiva del pueblo español de su tiempo, tanto en los grabados de la Tauromaquia como en los Desastres de la guerra o en los Disparates, que ilustran la España negra.


Marchemos junto al regeneracionista Joaquín Costa, que escribió en 1894: «La crueldad hacia los animales irracionales hace el corazón insensible a los sufrimientos de los hombres. Las corridas de toros son un mal inveterado que nos perjudica más de lo que muchos creen y de lo que a primera vista parece. Desde la perversión del sentimiento público hasta el descrédito del extranjero, hay una serie tétrica de degradaciones que nos envilecen».


Avancemos pues hasta la desaparición de la tauromaquia junto a un hombre de ciencia, el Premio Nobel de medicina Santiago Ramón y Cajal, que decía: «Me enorgullezco de no haber figurado nunca entre la clientela especial de las corridas de toros». Nosotros y nosotras también estamos muy orgullosos de eso.


Con cinco millones y medio de parados, con centenares de miles de familias desahuciadas, con recortes brutales en sanidad, educación o dependencia, nuestra sociedad no puede permitir que haya gobiernos que pretendan destinar dinero público, con la excusa de proteger un presunto patrimonio cultural, para sostener espectáculos donde se maltratan y matan toros y que solo interesan a una minoría más pequeña cada año que pasa. Eso es inaceptable.


Resulta evidente que asistimos al ocaso de la tauromaquia, con los tendidos vacíos y la rentabilidad por los suelos. Las empresas taurinas se quejan amargamente de que nadie va a los toros. Esa es la realidad. Si acaso en las fiestas patronales, cuando la diputación reparte entradas a manos llenas. Y muchas veces ni por esas. Por eso, quienes pretenden vivir de matar toros necesitan una etiqueta de respetabilidad, como es el patrimonio cultural, para justificar la transfusión en vena de subvenciones públicas para poder continuar el negocio. Y eso será a costa de recortar el apoyo público que merece la cultura de verdad: las librerías, las bibliotecas, el teatro, el cine, la música…


Saben que su tiempo ha pasado, pero se resisten a desaparecer y van a intentar garantizarse un público futuro, penetrando en la infancia y adolescencia de forma escandalosa. A pesar de que las corridas de toros son la anestesia de la empatía que necesitamos para vivir en sociedad, a pesar de que son un golpe mortal a la educación, a pesar de que no transmiten valores de respeto hacia los seres vivos, sino todo lo contrario. Nadie en su sano juicio elevaría la crueldad y el sufrimiento a la categoría de patrimonio cultural. Y ya no solo decimos estas cosas los antitaurinos, lo dicen también psicólogos y pedagogos. Y desde hace unos meses el mismísimo Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, que considera que la tauromaquia contraviene la Declaración de los Derechos del Niño y recomienda que los menores no puedan ser espectadores ni ingresar en escuelas taurinas. Eso debería obligar a las televisiones a no retransmitir corridas de toros durante el horario protegido para la infancia. Estamos hablando de exponer a menores de edad a imágenes reales de crueldad y de violencia. No es una película de ficción; es un acto cruel que está ocurriendo realmente.


Por eso, no podemos sentarnos a esperar a que el empresario taurino termine cerrando la persiana. No basta con saber que el final de la tauromaquia es la crónica de una muerte anunciada. No nos podemos conformar con esperar dos o tres décadas a que se cierren las plazas por falta de público. Tenemos que trabajar ahora para garantizar que eso suceda ya, para que ocurra cuanto antes. Como decía Victor Hugo, «no hay nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado». Y este es nuestro tiempo, compañeros y compañeras. Por eso estamos aquí un año más manifestando que Zaragoza es antitaurina. Un año más cerca de que la plaza de toros de La In-Misericordia sea historia.


¡Por la cultura, por la cultura de la paz! ¡No a la violencia! ¡No a la tauromaquia! ¡Zaragoza Antitaurina!" - Chesús Yuste

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