[09/10/2017] Ayer,
un año más - ya van 15 -, se movilizó la 'Zaragoza Antitaurina', en el
primer domingo de fiestas del Pilar. Animados por la batukada y por la
performance de los gigantes en sus zancos,
miles de personas recorrieron el centro de Zaragoza reclamando la
abolición de las corridas de toros y exigiendo unas fiestas sin maltrato
animal.
En esta ocasión se encargó la redacción y lectura del
Manifiesto a los diputados y miembros de la Asociación
Parlamentaria en Defensa de los Animales, Rosa Martínez y Jorge
Luis. Junto al coordinador de APDDA, el exdiputado
zaragozano Chesús Yuste, nuestra asociación estuvo muy bien representada
en la manifestación antitaurina de Zaragoza.
MANIFIESTO 'ZARAGOZA ANTITAURINA 2017':
La sociedad del siglo XXI nos reclama vivir
con más respeto, con más justicia, con más ética y con más humanidad. Humanidad
para con nuestros congéneres humanos, pero también para con el resto de
animales.
En la sociedad del siglo XXI no se entienden
ni la esclavitud, ni el abuso, ni la injusticia.
Y por eso, en nuestra sociedad nos escandaliza
la violencia machista o el maltrato infantil, y también nos escandaliza el
maltrato animal. Nada de lo intrínsecamente animal nos es ajeno porque ahora
sabemos con certeza que, antes que humanos, somos animales.
Cito al filósofo Peter Singer cuando decía
que: “El racista viola el principio de igualdad al dar un peso mayor a los
intereses de los miembros de su propia raza, cuando hay un enfrentamiento entre
sus intereses y los de otra raza. El sexista viola el mismo principio al
favorecer los intereses de su propio sexo. De un modo similar, el especista
permite que los intereses de su propia especie predominen sobre los intereses
de los miembros de otras especies. El modelo es idéntico en los tres casos”.
Hemos dejado atrás a líderes del pensamiento
como Descartes, Kant o Lévinas que negaban una ética animal gracias a los
conocimientos que la Ciencia nos proporciona sobre el ser humano y nuestra
realidad biológica. La realidad de que nuestras emociones y capacidades de
gozar y sufrir, vienen y son parte constituyente de lo animal, humano o no, como
lo son de la vaca y el toro.
Nuestros antiguos fantaseaban con la idea de
que los toros eran animales feroces y los imaginaban devorando adolescentes en
laberintos. Antiguamente, el pensamiento mágico dominaba la vida de la gente, y
la protociencia eran conjuros demoníacos, por lo que no cabía reconocer que un
toro es un herbívoro hecho para la paz del campo, para rumiar pausadamente y
para pelear poco y mal.
Hoy, sin embargo, presenciar violencia real
hacia los animales, como forma de entretenimiento, es deseducar la empatía que
exigimos en nuestros colegios y normalizar la violencia que no queremos en
nuestras calles.
Porque una sociedad emocionalmente sana no puede
querer eso. Una sociedad sana pide el fin de la tauromaquia por el bienestar de
los toros, por nosotros y nosotras mismas, por las niñas y niños, para evitar
exponerles a lo que según el Comité de las Naciones Unidas de los Derechos del
Niño es ejercer violencia psicológica sobre la infancia.
La tauromaquia manda un solo mensaje claro,
nos dice sin tapujos que la sensibilidad, el cuidado y la empatía son
privilegios peligrosos y deben repartirse con temor. Y lo hace con el único
interés de salvar una tradición tras la que sólo hay un negocio en quiebra.
El 90% de nuestra ciudadanía jamás ha ido a
una corrida de toros, pero este tipo de espectáculo se subvenciona y promociona
con su dinero. Los ganaderos de lidia han gozado de prestigio social y han accedido
a los círculos de la aristocracia y las altas finanzas, lo que, a su vez, les
permite invertir en otros sectores y diversificar.
Dicho claramente, la tauromaquia se asienta en
un sistema económico injusto, un sistema de clases y de castas, alejado de la
justicia social y económica, que nos arrastra incluso a confundir conceptos:
así, podemos llamar a una plaza de toros “La Misericordia” y usarla para
torturar y subvencionar esa tortura con dinero público.
Aquí en Zaragoza, la Diputación Provincial ofrece
a precio de saldo (30.000 fijos anuales más un 3% de taquilla a partir del
medio millón) un edificio histórico cuyo mantenimiento anual oscila ya en el
mismo medio millón. Pese a lo ventajoso para el negocio de la tortura, el coso
no consigue llegar ni a la mitad de su aforo. ¿Y el resto?, lo pagamos quienes
ni vamos ni lo queremos.
A esto, sumad las subvenciones camufladas de
la PAC, pensadas para lograr la soberanía alimentaria, la publicidad
institucional o el fraude a la Seguridad Social de sus trabajadores. A las
instituciones debería preocuparles todo este pozo de dinero público, pero
todavía más lo que las profesionales de la criminología, la psicología,
juristas y expertas en trabajo social afirman: que existe una contribución
crítica del maltrato animal en la deriva hacia la violencia hacia seres
humanos. Que el 41% de los individuos con diagnóstico de psicopatía cumpliendo
condena tienen un historial de abuso de animales.
Por eso, lo mires por donde lo mires, no hay
ni una sola, ni siquiera media razón para defender la continuación de este
despropósito.
Termino con una propuesta de Jesús Mosterín,
que nos dejó esta semana, lúcido filósofo antitaurino y mejor ser humano.
“Algún día España acabará de civilizarse y se
abolirán las corridas y fiestas de toros. Sería conveniente que las actuales
dehesas donde se crían los toros de lidia sobrevivan a esta previsible
abolición. Estas dehesas representan un patrimonio natural de gran valor y
sirven de lugar de paso y cría para numerosas aves y otros animales.
Convertidas en reservas naturales, pueden seguir albergando una población de
bovinos en libertad, compartiendo territorio con otras especies […], reservas
que fomentarían el turismo interior, la conservación de la naturaleza y
constituirían un acto de desagravio a esos bovinos inocentes a los que tan
cruelmente hemos maltratado. Tras tantos años de vergüenza nacional,
tendríamos, por fin, un motivo para sentirnos orgullosos.”
Lo único razonable, y emocionalmente sano es
trabajar cada día, y gritar unidas y unidos desde la calle y desde las
instituciones: ¡Tauromaquía abolición!