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Chesús Yuste, portavoz de APDDA, en Zaragoza |
[Crónica] 04/10/2015
Chesús Yuste- Empieza la temporada de caza y vamos a asistir una vez más a la tragedia
que se repite cada año, la que sufren galgos, podencos y otras razas,
convertidos en perros de caza de
usar y tirar. Al acabar la temporada de caza, allá por febrero, decenas
de miles de galgos en España serán ahorcados, arrojados en pozos o en
cunetas. Este abandono masivo colapsará a las protectoras. Y toda esa
tragedia se repite cada año ante la impunidad de los cazadores que
maltratan a sus animales, ante la ignorancia de la sociedad y ante al
pasividad de las administraciones públicas. Esto debe cesar. Por eso,
por décimo año consecutivo, el colectivo No a la caza con galgos y otras
razas, con el apoyo de un centenar de organizaciones animalistas (entre
ellas la APDDA, de la que soy coordinador), ha convocado
manifestaciones en diversas ciudades. También en Zaragoza, donde a pesar
de la lluvia nos hemos concentrado en la Plaza del Pilar unos ochenta
galgos con sus respectivos humanos y bastantes más. He tenido el honor
de leer el manifiesto elaborado para la ocasión por el periodista Julio
Ortega Fraile, cuyo texto incluyo a continuación:
Julio Ortega Fraile
Cuando la pasión es matar, la sangre que se derramará puede ser de
cualquiera, por eso la acción de los cazadores va dejando cadáveres de
todas las especies, incluidos los de sus perros, incluidos los de
humanos.
¿Cómo es un cazador?
Verse ante el espejo, no encontrar la hombría allí donde y como
algunos la entienden y tapar la desnudez que acompleja con ropa de
camuflaje y rellenos de acero.
Mirar a los ojos de la gente común, no descubrir admiración según la
anhela la depravación y buscar entonces en la barra de un bar de
carretera la envidia de otros que se apoyaron en ella por los mismos
motivos y con idéntica indumentaria.
Encontrar a la víctima más indefensa para ejercer la violencia de
especie dentro del matrimonio con la ley, y a veces, cuando la sed de
sentirse poderoso es ya incontenible, también fuera de él. O en aquellos
lugares donde todo es posible si se tiene dinero para pagar el precio.
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Lectura del manifiesto, por parte de Yuste, en Zaragoza |
Reírse del sufrimiento ajeno sin una sola carcajada en la mirada.
Cualquier trastornado, hasta el más cobarde, incluso el más cruel puede
mover a voluntad los músculos de su boca para fingir hacia afuera, pero
no podrá impedir que a través de sus ojos asomen las patologías que
carga dentro de sí.
Lo llaman deporte pero uno de los que participan jamás eligió intervenir.
Llenan el maletero de sus coches de cadáveres y dicen que es sostenibilidad y conservación.
Aman disparando y respetan acuchillando cuando ya no puede defenderse el objeto de su respeto y de su amor.
Y en el paroxismo de la perversión se fotografían sosteniendo la
cabeza de sus muertos con las manos, o haciendo que posen sus hijos
pequeños mientras vuelven a sonreír, más que nunca, como lo hace
cualquier psicópata una vez consumado su crimen.
Fanfarronean y a menudo acaban discutiendo. Pasan de presumir de cómo burlaron al Seprona a enfrentarse porque “mis perros son mejores y los tuyos no valen ni para tomar por…”. Y en su mesa, aun con tanto ponerlas encima a ver cuál la tiene más grande, no se ven más que vasos, tabaco y móviles.
En el suelo la sangre de sus víctimas, también la de sus perros. Los
malos porque no servían y los buenos porque se hicieron viejos, se
hirieron o se pusieron enfermos, y charcos de testosterona de cazador,
inestimable caldo de cultivo para las conclusiones del profesor Rojas
Marcos, pero ellos prefieren leer los artículos de Caza y Safaris o el
foro de club-caza.com. Allí,
entre iguales, los espejos son como el de la bruja de Blancanieves, la
hombría se mide en centímetros de cañón y se pesa en kilos de verraco.
En España se sienten a gusto. Les respalda la ley, incluso cuando se
la saltan, y desde reyes hasta parados pasando por dentistas, ministros y
banqueros, encuentran bares donde beber alcohol antes de cazar y donde
pedir otra botella después. Eso sí, han forrado de plásticos el
maletero, que la sangre que no mancha conciencias echa a perder
tapicerías.
Cazador: individuo que tejiendo su hombría con la cobardía y la crueldad se ve siempre desnudo. Y vuelve a matar.
Sin olvidar que el que caza raposos en Ourense de poder hacerlo
mataría leones en Zimbabwe. Diferenciándoles el dinero les iguala el
placer que sienten al disparar.
Si para vosotros, cazadores, acosar y acorralar a un animal es signo
de ese respeto que juráis que todos ellos os merecen. Si pegarle un tiro
y rematarle con un cuchillo, provocar que huya herido hasta que la
hemorragia doble sus patas y detenga su aliento, es una prueba de amor.
Si condenar a crías a la agonía tras matar a su madre, hacer que
abandonen su entorno y deambulen buscando alimento y refugio, si
ofreceros solícitos cada vez que veis la oportunidad de hacer una
limpieza de perros y gatos para un ayuntamiento sin escrúpulos, si
exigir que se pueda cazar en zonas protegidas es señal de inquietud
ecológica. Si disparar, arrojar a un pozo, ahorcar o arrancarle el
microchip a un perro escarbando con una navaja para abandonarlo después,
si ser responsables de la muerte de decenas de humanos no es más que
deporte y un fatal accidente, no son nuestras palabras las que os
describen sino vuestros actos.
Sí, sin duda para vuestros cerebros ávidos de plomo y sangre, amor y
violencia son dos cuestiones indisolubles, y qué mejor muestra que lo
que dice en la página de la Real Federación Española de Caza: “El
verdadero cazador, ama mucho más a los seres vivos y salvajes que la
masa media y tierna de sus detractores. La caza está más cerca del amor
que de la violencia”.
Hay personas que se ponen el despertador, como vosotros, como yo,
pero que lo hacen para levantarse a matar, por matar, y movidos por ese
deseo no encuentran límites ni en la moral, ni en la razón, ni en la
ley, una ley que los sigue protegiendo.
Y por eso estamos aquí, compañeras y compañeros, para que esas leyes
se modifiquen, para acabar con esta colección deportiva de perros
muertos, de animales de tantas especies muertos, de humanos muertos, y
para decirle a los cazadores que porque sabemos lo que realmente les
mueve, lo que son y lo que hacen, seguiremos cada día luchando por sus
víctimas y contra ellos. Sin descanso.
Gracias a todas y a todos por estar aquí.